lunes, 14 de febrero de 2011

La pérdida de lo intangible

Nacemos, crecemos y nos desarrollamos a base de una sutil educacion y valores proporcionados por nuestra familia. Nos influyen creencias, tendencias y hábitos de vida, consumo y pensamiento de otros muchos individuos de lo que llamamos sociedad.

El tiempo pasa y cuando adquirimos un nivel de comprensión y conciencia suficientes como para poder discernir y por consiguiente, tener el poder de elegir, lo queremos todo. No nos vale con cubrir una necesidad básica o creada. No. Queremos más, queremos tener ese iPod de último modelo, queremos poseer hasta el último preciado bien material y muchas veces inservible con el que dar envidia a tu compañero de al lado.

Y así acumulamos pertenencias, no damos tiempo a que se deterioren los objetos a veces inutilmente adquiridos: los vaqueros de marca por los que suplicaste a tu madre, las botas que todo chico popular debía llevar en el instituto, los jerseys sofisticados que te dejaban marcado como etnia social si identificada, y en suma, todo aquello vacío de cualquier necesidad objetiva y sensata.

Todo cambia el día que te regalan ese precioso cachorrito, no cabes en ti de ilusión y felicidad, un compañero de juegos, que pronto se convierte en un miembro más de la familia, con todas las letras.

Todo aquel que haya tenido alguna vez un animal de compañía, comprenderá lo que significa vivir cada día con esa mascota, ver cómo crece, educar cada uno de sus pasos, comportamientos, actitudes....

Todo el que haya ido a pasear con su perrito, se haya preocupado de comprarle el pienso que más le gusta, haya disfrutado una feliz bienvenida cada tarde al volver a casa, haya lanzado el juguete esperándolo de vuelta en la boca de tu fiel amigo, todos y cada uno los que hayan vivido esto, sabrán el desconsuelo que implica vivir la pérdida de un compañero leal y siempre agradecido.

Y en días como hoy, en los que ninguna de esas pertenencias, de esos bienes y efectos comprados, almacenados, conservados como reliquias y necesidades efímeras, sirvan para quitarme este punzante dolor, para consolar la amargura de perder un miembro de la familia, para dejar de pensar que nunca más la podré acariciar...

Creo que la vida nos va enseñando, las experiencias vividas nos van formando un caracter único y una personalidad propia, modelando la conciencia responsable por existir en un mundo tan marcado por abismos entre iguales, una vida que nos empuja a aparentar, a apreciar lo material, cuando lo esencial, está en el corazón de cada ser vivo que nos toca el alma.

Yo tenía mi Luna, siempre contenta y feliz, deseando de forma pícara que a alguien se le cayera algo de la mesa para así ella poder volver a cenar... Y cuanto la voy a echar de menos, nadie lo sabe, tanto que cada noche, cuando mire al cielo, no veré más que una mancha blanca en el cielo, porque mi Luna se queda por siempre en mi corazón.

Siempre

2 comentarios:

  1. Estará en cada recuerdo, siempre. En cada una de las muchas sonrisas nostálgicas que Luna te robe cuando pienses en ella. Sonrisas dedicadas con el corazón.

    Recordar, del latín " re- cordis" ( volver a pasar por el Corazón.

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  2. Recuerdo cuando Luna era pequeñita y todo el rato se me subía encima...
    Recuerdo la última vez q la vi, q tmb intentaba subirse....ella, tan gordita! y esperando q tu tito le diera una galleta...
    Con eso te tienes q quedar, florete! con todo lo q has disfrutado de ella.

    Un besazo cargado de ánimo, y para esta tarde...el achuchón!
    Ardilla

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